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NAVEGAR SOBRE LAS MANOS

jueves, 14 de noviembre de 2019

yo era la que corría en círculos,
la que miraba fijamente a un lobo
en la oscuridad de mi mirada,
yo era el violeta sol que nadie
pudo tocar más que en sueños,
yo era la que saltaba en charcos
de terrores una noche desaparecida;
yo era la que buscaba inertes bosques
en los mundos que un muerto creó,
la que observaba el leve latir
de un cuerpo que supo amar;

yo era la nube que caía el agua que afloraba la flor que surgía temblorosa
en un campo lejos huidizo hambriento esperanzador

domingo, 18 de junio de 2017

A veces sucede

que escribir un poema es lo mismo que sostener tu mano en el aire o llorar pensando en los miedos que no existen, algo así como mirarte desde el mar mientras duermes o haberte escuchado cantar algo que no conozco en algún día que ya no recordamos. Escribir un poema es agarrar tu mano y cerrar los ojos porque un torbellino entra en mi casa, poniendo mi cabeza en otros ojos, mirándote de lejos como te vas aunque estás la lado, vaya si lo estás, me besas la frente mientras en algún lado la devastación estalla, escribir un poema casi siempre es romperse estando entero y observar los lunares de tu espalda entendiendo todas las respuestas de aquellas preguntas que nunca hice. Escribir un poema casi nunca es la verdad porque casi nunca es lo real, y sin embargo no hay más verdad que traspasar ese muro inabordable que es ese pavor en la piel, en los ojos que cierro para no pensar más en todo eso que puede explotar dejándome entera, desgarrada sobre un suelo que se disuelve de a poco volviéndose humo o polvo.
No obstante, eso es mentira, no puede ser verdad la explosión que no se crea, no puede ser verdad verte caminar de lejos hacia un lugar insondable, cuando estás aquí, tan cerca y tan adentro de un universo que perpetuamos hace tanto, y que crece y crece dividiendo lo tremendamente real de lo terriblemente imaginario.

jueves, 15 de diciembre de 2016

Hace ya medio siglo nos envolvemos en esta paz,
y no escribo, porque nada está roto.


No es suficiente el grito para que explote hacia fuera y se remueva la felicidad.  No sirven los alegres llantos instantáneos ni querer crear el poema más lindo que nunca voy a escribir.  No alcanzan las manos para tocar un cuerpo que nos traspasa y nos cruza el alma si sus ojos se nos posan en el mismo momento, helándonos, asfixiándonos (siempre dulce siempre vivo) y dejándonos con las pupilas llenas de flores y el agua rebalsándose por la boca porque el mar ya no es suficiente para inventar la metáfora más rebuscada para explicar un amor.

No sirven las cartas escritas ni las palabras que se dicen y que viajan desde uno al otro, pero el otro nunca entiende, el otro no puede entender lo que decimos por más que nos ame. Y agarras un hilo cosiendo mi infancia con mi juventud, pasando por esta etapa adulta que se nos escapa ante las manos por la intensidad y la luz, incandescente, ardiente, apabullante esta realidad donde nos movemos y desplazamos como alguien que encuentra y no busca nunca más porque no precisa, porque tiene la infinidad sobre los labios y la inmortalidad en los ojos. No puedo hablar más, no puedo hablar mejor cuando digo que sufro levemente porque no te gusta la poesía ni las metáforas y yo no sé explicarte de otra forma, no puedo decirte de otra manera que tu llama quemó afablemente una habitación que nunca existió, levantando ese muro infranqueable que da calor pero sin arder.
Escribo y me digo, convencida, que tus manos son mucho más que un poema de un escritor que yace sobre su tumba hace tanto.

Y tampoco alcanza compararte con el atardecer más descomunal que florece todas las tardes en esta ciudad por la que caminamos y vivimos y nos enamoramos porque tu inmensidad cubre sin saberlo y sin quererlo todo aquello que vive y existe, no me sirve escribir infinitos poemas sobre la ternura que emerge cada vez que miro tus ojos que son como flores silvestres y puedo meterme en ellos acariciando la utopía más deslumbrante, no sirve querer escribir lo que se siente pensar en tu voz mientras escucho la canción que alguien hizo una tarde lejana en algún lugar llamado quizás Mosset donde hay gente y gaviotas y mares y puentes, tantos puentes el nuestro,  como el nuestro pero realmente nunca como el nuestro, el nuestro sobre todos, el nuestro mejor que todos.

sábado, 10 de septiembre de 2016

mi hogar está más allá de mis manos

Vuelvo con las pestañas sin hielo, sin el fuego eterno que emerge de las manos al acariciar una cara sin ojos, una voz sin palabras hechas de verdad, vuelvo sin el tiempo que pesa en la nuca, sin gritar al infinito basta basta que pare, que cese este ruido, vuelvo con la mirada en el punto álgido de la sonrisa que flota sin decaer, sin recaer, vuelvo a casa sabiendo que el hogar se encuentra en ese mar de amarillos y verdes grisáceos donde nadan tus ojos, donde podría hundirme noches enteras con la certeza de que siempre vuelvo, de que nada me agarra desde una puerta inexistente para transformar mi pelo en telas de araña o hacerme beber obligadamente ese líquido amargo que cae del techo manchando toda la casa y hasta los pulmones, cortando casi la respiración. Pero no. Esta noche no. Esta noche vuelvo a casa con flores en la boca y las manos suaves, el corazón entero, tu boca en mi como una repetición constante de algo que brilla eternamente en el hoy, sentada en un autobús de la línea 22 mirando hacia arriba, siempre arriba donde hace tiempo se encontraban todas las cosas imposibles que hoy toco y beso entendiendo que la espera consiste en escalar una piel blanca con tres lunares que forman los vértices de un triángulo que parecía inalcanzable, y que hoy me lleva y me trae en esta calma inagotable sin espejos que romper.

sábado, 16 de mayo de 2015

tengo un mar invisible
en mi manos,
sostengo sobre mi dedos
el lejano amanecer dentro de tus ojos,

estamos lejos de todo,
me sangran por los párpados
las palabras que escribí hace un tiempo,
me sangra el tiempo,

veo tu infancia pasar por delante mío
y no puedo deternerla,
cruza las paredes de tus miedos
y cae abatida (no te sorprende)

esta noche hace frío,
escribo para nadie,
alguien tiembla adentro mío
y no soy yo,

la vida es un constante despedirse
de todo aquello que saludamos cada mañana
en cada sueño
en cada párpado herido,

la vida como la jaula
que nunca pudimos envolver
escucho una voz que ya no existe
en un recuerdo que apenas
tiene voz.

(y duele y grita,
y no me sorprende)



lunes, 11 de mayo de 2015

no podemos regresar
no sabemos
no queremos regresar
al viejo nido que iluminaba
sin compasión el desgarro
(y acaso también el amor)

estás estamos lejos
fumo un cigarro 
ansiando la nada
imaginando que ahora estarás
divagando por el aire,
lamiendo las partes insanas
de la esperanza que ansiabas
enterrarte debajo de la piel

( y ahora te reirás,
porque hablar de certidumbre
en estos tiempos es absurdo,
porque mientras escribo
hay una carcajada empolvada
de una esperanza que se quedó
sin voz,
y que vuela consciente
sin temor
quemándome y
obligándome a abrir de nuevo
estos ojos hacia adentro)

no puedo regresar
jamás volveré a sentir
el leve viento de un domingo
jamas volveré a llevar
el dolor y el amor cargados
en una misma angustia,

nunca sabremos regresar
al lugar donde el alma
calló por última vez,
sabiendo que un día cualquiera
puede llegar ese viento y ese fuego
que nos da aire y nos corta los pulmones
sin que podamos hacer nada,
(estallando el alma,
estallando el dolor,
manchando todo de un rojo oscuro)

quiero iluminarme
iluminar a todos mis recuerdos,
que tengan el tacto de nube,
que me susurren palabras que curen
en esas noches
en las que el pasado se difumina,
sentir el falso calor
aunque en el fondo del terror
pueda sentir
que desde los lejos nos gritamos,
nos sobrevivimos
nos llamamos incansablemente
dentro de un tiempo que ya no existe,
-¿pero cómo podemos saber
lo que existe y lo que no? -


pienso,
la distancia es un invento terrible,
tanta agua en el medio,
tu voz todavía
acariciando esta piel que no siento mía
que tiembla por debajo de una ansiedad
intacta y vieja,
dormir pensando que el sueño
es sólo un deseo que encerramos
en una jaula inundada de tanto llorar.

(escuchar tu gemido y tu súplica
mientras intento convencerme
de que la vida es más que ese
fracaso que envuelve el aire
de esta habitación que
no-sabe-respirar)


jamas seré capaz de regresar
al lugar donde vive a gritos mi alma.


martes, 31 de marzo de 2015

la lenta e impávida continuidad
de un tiempo que escapa
nombres invisibles
que se arrastran por las paredes,
amores(figuras, signos, sonrisas marcadas,
rasguños en el alma, silencio, silencio)
todo eso también sabe gritar  .